Bardo cósmico I
Bardo cósmico
I
Lirio inerte en la pupila de un cielo calcinado, insondable mar ceniciento, insomne ente de latidos calmos; crisantemo deshojado en los labios de un infierno exhausto de clamar perdones; álamo marchito que añora su perdida llanura, caricia de hondo quebranto, funesto abrazo que soterra una culpa. Solidario manto labrado por los versos de un mohíno marinero, vestigio del alma que canta un inefable consuelo. Viacrusis de un designio, balsa abnegada de naufragio. Entenebrecida mirada agonizante, vagaroso bardo cósmico esclavizado en un sueño, gimiendo por desconocer la vigilia, criatura abatida por una mentira colmada de amor. Infausto cantor de elegías, pupilas perdidas en un lirio que se hace llamar Dios.
Viaje sin origen ni rumbo, inexorable fruto de un prometido perdón. Titila la lóbrega golondrina guarecida en la cuenta de un ausente, palabra ciega que desafía un inclemente oleaje, pasaje de una disculpa conmovedor.
- Nocturno lamento perenne,de mi ten piedad, exhausto estoy de poseer mi nombre, éxodo sombrío de inconsolable soledad; causa de mi aflicción, ofrezcote un llanto desesperanzado y un dolor irremediable, sin más deseo que tu partida. No te apesadumbres, mi devoto acompañante, sé que en tu andar vislumbrarás mejor compañía que la mía, anhelo encuentres honorable mártir que te pueda dignificar; mas, estimo para mi se ha hecho tarde, denuedo no poseo para un último fracaso, y si lo tengo, es para no sentir de mí piedad. Márchate, prueba de que existo, y lleva tras de ti las desamparada dudas, muéstrales el mejor día que tanto anhelan en las pupilas de alguien más. Adiós, motivo de mis quebrantos, procura no recordarme tanto, y si lo haces, convéncete de que ahora estamos en un mejor lugar. Hasta nunca, mi amor verdadero.
Crónica de funéreo viajero traspapelada en su acartonada cara, desierta de tanto llorar.
- Sorprende cómo el corazón desconoce el tiempo, pues, si hace demasiados ayeres partiste, hoy te recuerdo con suma claridad. Créeme si te cuento haber procurado seguir tus consejos, mas, temo por llegarte a decepcionar. Sólo ante ti, sonreír intento, sin embargo, tu figura me provoca tanta desolación. Perdóname, si aún porfío, después de todo, moriría por tenerte conmigo, o, por lo menos, haber tomado tu lugar. A menudo, sueño con nuestros ayeres, demasiado, que resulta arduo el regresar. Me pregunto si tu también lo has intentado, rezo porque no sea así, tengo certeza sobre que suficiente sufriste como para seguirlo haciendo. En realidad me esmero por creer que en verdad existe el cielo; y, de tal modo, podernos reencontrar. Hace aun pocos días, todavía me preguntaba si Dios es bueno; ahora, ni siquiera lo dudo, resultó muy lindo ser tu familiar. Cuán sorprendente es... saber que tan estrechos nos hace la muerte; con frecuencia, te llevo conmigo, en la frustración de mis dedos, en el dolor de mis huesos, en mis medicamentos, en el no quererme levantar; y, a todas partes vas conmigo... a mis miedos, mis dudas, mis lloros, mis sueños; y, en todas partes te he de encontrar: en las sombras, las sillas, los reflejos, los suspiros, las rizas, el viento, en mi eco. No obstante, lamento informarte que tu voz llegué a olvidar, nada duele más en la vida que imitar tus palabras y descubrir que no suenan igual. Nada aquí es igual, todo muere extrañándote.
Reposa la balsa en los pensamientos del mar, el bardo advierte el cese y comienza a estremecerse, la criatura perturba la tranquilidad del cosmos. El zorro flamante yergue su figura al percatarse de la serenidad, taciturno se dirige al lugar que su intuición le comanda, el cantar del mar ha dejado de arrullar sus inquietudes, una melodía cósmica calla ante un penar desconocido. Subrepticio el astuto animal se abre paso entre el amplio espectro estelar, procurando no interrumpir el descanso de cualquier criatura, mas, su sabiduría vaticina un fatídico presagio.
Emana la ajada golondrina con su lacio mirar un lucero pálido, insospechado llamado de auxilio, son sus esfuerzos, ahora, los que entonan un concento en la voz del mar.
I
Lirio inerte en la pupila de un cielo calcinado, insondable mar ceniciento, insomne ente de latidos calmos; crisantemo deshojado en los labios de un infierno exhausto de clamar perdones; álamo marchito que añora su perdida llanura, caricia de hondo quebranto, funesto abrazo que soterra una culpa. Solidario manto labrado por los versos de un mohíno marinero, vestigio del alma que canta un inefable consuelo. Viacrusis de un designio, balsa abnegada de naufragio. Entenebrecida mirada agonizante, vagaroso bardo cósmico esclavizado en un sueño, gimiendo por desconocer la vigilia, criatura abatida por una mentira colmada de amor. Infausto cantor de elegías, pupilas perdidas en un lirio que se hace llamar Dios.
Viaje sin origen ni rumbo, inexorable fruto de un prometido perdón. Titila la lóbrega golondrina guarecida en la cuenta de un ausente, palabra ciega que desafía un inclemente oleaje, pasaje de una disculpa conmovedor.
- Nocturno lamento perenne,de mi ten piedad, exhausto estoy de poseer mi nombre, éxodo sombrío de inconsolable soledad; causa de mi aflicción, ofrezcote un llanto desesperanzado y un dolor irremediable, sin más deseo que tu partida. No te apesadumbres, mi devoto acompañante, sé que en tu andar vislumbrarás mejor compañía que la mía, anhelo encuentres honorable mártir que te pueda dignificar; mas, estimo para mi se ha hecho tarde, denuedo no poseo para un último fracaso, y si lo tengo, es para no sentir de mí piedad. Márchate, prueba de que existo, y lleva tras de ti las desamparada dudas, muéstrales el mejor día que tanto anhelan en las pupilas de alguien más. Adiós, motivo de mis quebrantos, procura no recordarme tanto, y si lo haces, convéncete de que ahora estamos en un mejor lugar. Hasta nunca, mi amor verdadero.
Crónica de funéreo viajero traspapelada en su acartonada cara, desierta de tanto llorar.
- Sorprende cómo el corazón desconoce el tiempo, pues, si hace demasiados ayeres partiste, hoy te recuerdo con suma claridad. Créeme si te cuento haber procurado seguir tus consejos, mas, temo por llegarte a decepcionar. Sólo ante ti, sonreír intento, sin embargo, tu figura me provoca tanta desolación. Perdóname, si aún porfío, después de todo, moriría por tenerte conmigo, o, por lo menos, haber tomado tu lugar. A menudo, sueño con nuestros ayeres, demasiado, que resulta arduo el regresar. Me pregunto si tu también lo has intentado, rezo porque no sea así, tengo certeza sobre que suficiente sufriste como para seguirlo haciendo. En realidad me esmero por creer que en verdad existe el cielo; y, de tal modo, podernos reencontrar. Hace aun pocos días, todavía me preguntaba si Dios es bueno; ahora, ni siquiera lo dudo, resultó muy lindo ser tu familiar. Cuán sorprendente es... saber que tan estrechos nos hace la muerte; con frecuencia, te llevo conmigo, en la frustración de mis dedos, en el dolor de mis huesos, en mis medicamentos, en el no quererme levantar; y, a todas partes vas conmigo... a mis miedos, mis dudas, mis lloros, mis sueños; y, en todas partes te he de encontrar: en las sombras, las sillas, los reflejos, los suspiros, las rizas, el viento, en mi eco. No obstante, lamento informarte que tu voz llegué a olvidar, nada duele más en la vida que imitar tus palabras y descubrir que no suenan igual. Nada aquí es igual, todo muere extrañándote.
Reposa la balsa en los pensamientos del mar, el bardo advierte el cese y comienza a estremecerse, la criatura perturba la tranquilidad del cosmos. El zorro flamante yergue su figura al percatarse de la serenidad, taciturno se dirige al lugar que su intuición le comanda, el cantar del mar ha dejado de arrullar sus inquietudes, una melodía cósmica calla ante un penar desconocido. Subrepticio el astuto animal se abre paso entre el amplio espectro estelar, procurando no interrumpir el descanso de cualquier criatura, mas, su sabiduría vaticina un fatídico presagio.
Emana la ajada golondrina con su lacio mirar un lucero pálido, insospechado llamado de auxilio, son sus esfuerzos, ahora, los que entonan un concento en la voz del mar.
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