Costumbre hiriente
Costumbre hiriente
Conservo la infortuna costumbre hiriente
de sólo recordarte,
cuando me percibo desdichado;
y, por memoria, aún te suplico no me socorras,
escondiendo mi tristeza tras un consejo;
mas,
tarde y mal comprendo el aprecio que me tenías,
y que yo sólo resarcía
con palabras de sufrimiento;
supongo, tu afable sonrisa el cielo me mostró,
y yo,
esclavo de un milagro, no aprendí a ganarlo;
o, quizá,
ciego de otoños, ebrio de fracasos,
leí mal tu nombre;
pudiere ser, que tu compañía aguardara por una palabra
que jamás proferí;
o, antes bien, decidiste marcharte
para no sentir
mayor dolor.
Conservo la infortuna costumbre hiriente
de sólo recordarte,
cuando me percibo desdichado;
sin embargo,
quizá, mayor ofensa sea
decirte
que lo hago a diario.
Comentarios
Publicar un comentario