Una linda excusa para convivir con mi viejo

Una linda excusa para convivir con mi viejo

Es preciso, al menos para congeniar con mi falta de talento; el confesar que he escrito esto en repetidas ocasiones, en el monitor, en papel, en pensamientos, silencios, insomnios, sueños; sin embargo, siempre encaro al fracaso; pues, pese a los numerosos intentos, no logro obtener el resultado deseado; mas, para este momento, me he resignado a la certeza de que no soy el indicado, el idóneo, el correcto para mis pasiones: no poseo la delicadeza, sapiencia, la suficiente sutileza, destreza como para darle voz a mis sentimientos; quizá, muy seguramente quizá, soy un humilde siervo de la confusa bondad de mi corazón. Dado ello, permítame el agravio de decir que tenga a bien recibir mi esmero de resarcir una perniciosa alegría en la que se ríe, teme, frustra y llora. Una alegría que a diario manifiesta, propala mi culpa de no compartirla a tiempo; mas, que a su vez, me consuela con no haber muerto sin hacerlo. Una alegría tan huraña, tan propia, hasta el punto que su valor es desconocido por quienes me conocen; incluso, por aquellos que lo creyeron; pues, a su nombre he dedicado más de un mentira con motivo de apreciar, figurar el estupor, fulgor en esa mirada amable que pierde de vista a la vida; y se posa en la figura de ese inmortal recuerdo: el doloroso partido por el descenso, el de la inolvidable final soñada, la hazaña de la heroica remontada, el gol de fuera del área, a mitad de cancha, de último minuto, el penal errado, la injusticia de una inexistente mano; la dedicación del jugador que deja todo, pese a estar lesionado, el gol del que nos salvó el portero; la ferviente, loable afición que siempre cantó, pese a ir perdiendo. Pudiere usted considerarme un loco por demostrar tanta devoción a algo tan vano, vacuo absurdo: seguro lo de he de ser, y así me prefiero; puesto que, vislumbro tantos simbolismos ocultos, perdidos en ese esférico. Y he de serlo; pues, mientras el corazón lo permitió, me levantaba cada monótona alba con la infante, inocente ilusión de ser un jugador expectante, ávido, desesperado por ser participe de un encuentro importante. Despedazado, esperanzado, por lo que llegará a ser, por lo que pudiere no serlo; por aprovechar cada mínima oportunidad; por ir tras cada minuto; y, si al final, los resultados no se dieron: pensar en la vuelta, analizar, reflexionar qué se hizo mal, qué se dejó de hacer; comprender que no siempre se es protagonista, que el talento no es suficiente; que en ocasiones hace falta suerte; que siempre se necesita un buen compañero; que Dios pudiere o no aparecer en el juego. E inexorablemente llegará el retiro, quizá será pronto, quizá remoto; quizá necesario, quizá amargo; como una tragedia, como un emblema; y al borde de la vida de ese sueño, y al umbral del sueño de esa vida, sólo queda una desolada nostalgia de mirada cansina que todo percibe lejano, como el susurro de un recuerdo. 

Llegado este punto ha de usted de dispensar mi descaro; pues, le he hecho perder su tiempo; y, si su bondad me lo permite, una segunda disculpa he de ofrecerle; mas, me he de retirar; dado que, la radio clama una linda excusa para convivir con mi viejo.

Comentarios

Entradas populares