Latido

Latido

El titilador canto del ajado corazón,
pareciere imitar
la voz
de un desconocido mártir
que pereció.

En su nombre figura 
la ceniza de un estigma;
el murmurio de una vida,
peripecia
humana condena;
la palabra que propala
la aflicción
del precito devoto pavoroso
que nunca tuvo el tenor
para rezar.

A su nombre renunció
como contrición de penitencia,
con la fe
de que resarciera
la pena
del extraño olvidado que su vida ofrendó.

El aciago canto del corazón
confiesa
el tormento de su pecado:
ser la vida 
que la muerte no tomó por error.

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