Llanto ausente
Llanto ausente
Aherrojada en la tristeza
de un cielo
que en su mirar
esconde,
guarda, su pena;
y que no llora,
por consuelo;
yace las cenizas de mi alma.
Lo siento, mi amado cielo,
mas,
he perdido el corazón
que algún día me regalaste.
El primero de
sus tres suaves pétalos,
se lo ofrendé
al recuerdo
de un ángel negro,
que en pos de su calvario,
tan sólo quedaron
los estigmas de las cruces
de fenecidos Octubres,
que en sus suspiros rezan
los días de un otoñal milagro.
El segundo,
lacio,
marchito,
opaco,
se lo ofrecí
al dolor de un aciago Dios pagano,
condenado al feral suplicio
de ver morir a su hijo.
El tercero,
y sus versos,
me fueron arrobados,
por el encanto
del silencio
de una aurora
con nombre de soledad.
Letanías de lágrimas,
plegaría penitente;
mísero castigo
el contemplar
un llanto ausente,
por haber perdido
un corazón.
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