La culpa de Dios

La culpa de Dios

Siento la culpa de Dios
al pensar en el dolor 
de aquellos aciagos silencios
que imploran piedad;
en cuyos gritos pregona un desprecio,
desertor de esperanzas,
preso resignado del misérrimo deber.

Siento la culpa de Dios al saber 
de la fe 
de afables plegarias 
que con candor ofrendan una contrición
por no poder amar.

Siento la culpa de Dios por conocer
las tristezas
que fecunda el creer 
en las promesas
de una mohína palabra,
purgatorio de soledades,
que ni siquiera su voz es capaz de descifrar.

Siento la culpa que a Dios lacera,
que aguarda en su ausencia,
la pena que calla su existencia,
la miseria de su huraño llanto,
el temor de ser amado
y sólo decepcionar.

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