De pocas palabras (20-40)

De pocas palabras (20-40)

20

Si Dios amara como lo confiesa su palabra, comprendería el inefable dolor que provoca el abismo penumbroso que fecunda en uno.

21

La historia es caprichosa, queriendo siempre llamar la atención.

22

Conservo el devaneo adictivo de apostar mis soledades a verte de nuevo, impelido por los seductores, arteros, pérfidos sentimientos que atizan el rescoldo de tu recuerdo.

23

Sólo en ese ligero momento en que besan los versos, es aceptable el desdén de perderlo todo.

24

No creo que Dios merezca un deleznable siervo incapaz de amar como yo.

25

Escribo, a menudo, epístolas al olvido en vísperas de conseguir su amor.

26

Y regresé a esos marchitos, silenciosos versos, en búsqueda de tu recuerdo.

27

Oteando el porvenir con ojeriza, encuentro una desolada melancolía; qué será de la abandonada poesía, quién habrá de atender el canto de su descorazonado llanto.

28

El vagabundo, prisionero de tormentas,
en sus ferales noches,
encuentra el calor
de sus caricias añoradas;
y sin embargo, no emprende paso
a la voz de sus primaveras.

29

Merodeando los dédalos del mirar hechicero de una entristecida noche, encontré la beldad de una marchita flor; cuánta pena, cuánto dolor, por los alegres sueños, que alguna vez, sus opacos pétalos confesaron.

30

Si Dios tiene la maldad de no existir, no te desilusiones, no llores, que yo lo creare para ti.

31
El perenne, sempiterno llanto de un viejo, cansino reloj, confiesa el escozor de contar horas ajenas.

32

Ni la soledad de Cristo y su triste mirar, se comparan con las del señor, dueño de mi devoción.

33

Y mi corazón le ofreció una disculpa a Dios por rechazar su amor, alegando haberse enamorado de otro. Mas en grises días, recuerda, piensa, duda, qué habría sido de haber correspondido.

34

En el triste canto de su soledad, encontré el consuelo de un beso de buenas noches que invita a soñar.

35

El silencio de mis palabras calla el nombre de sus amores, en respeto a sus corazones, pues nunca serán dignas de ser queridas por tales inefables sentimientos.

36

No, ésta soledad no posee una voz aherrojada, sino un silencio mortecino.

37

Si Dios ha muerto, no aprecies el cielo.
Si a la soledad no has conocido, no atiendas la voz de su silencio.
Si un abril no has perdido, de un otoño no busques el consuelo.

38

Solo en su mirar, logro comprender el silencio de Dios.

39

Creo en la poesía
como el honesto sentimiento de amor
que comparte la tristeza del dolor;
y que no pretende ser alegre.

Creo en la poesía,
pues su ajada voz revela una verdad,
a la cual,
incluso Dios teme.

Creo en la poesía
como una religión carente de fe,
que no exige esperanzas;
que sólo profesa
que tras un mentiroso silencio,
se esconde una abandonada realidad.

40

Pronto llegará el momento
en que el soberbio mundo
se percate de la presencia de su abismo;
y busque, con desespero,
el eco del susurro de la ausencia
de una olvidada soledad.

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