La niña y el conejo

La niña y el conejo

Afable, gentil, leda, 
candorosa niña de pernicioso solaz,
de triste mirar,
consuela su penuria;
escucha su aciago, contrito piar,
acibarado por el precito tósigo del amar.

Abrázalo, niña de ojos de luna;
guarece a ese 
trémulo, funesto, misérrimo conejo
de lacios, lóbregos sentimientos.

Ámalo, niña, 
que el prado de su corazón,
ofuscado está 
por una sempiterna tiniebla;
sus heridas remienda 
con tu voz.
Confiesa a sus orejas
tus huraños sueños,
que él será leal, devoto de tu silencio.

Acarícialo, niña,
no temas,
no podrás herirlo,
hace tiempo que dejó de sentir.

¿Escuchas su latir, niña?
Es cierto;
el cielo llora;
ha muerto.

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