Abandono

Abandono

El lamento de un mísero llanto,
evocado, proveniente, soterrado
en la arcana tiniebla de un abismo inhumano,
pregona, propala, implora la piedad de un nombre desconocido,
extinto, olvidado;
al que ni el silencio responde,
el mismo que ni el olvido recuerda;
el bautizo de una deshonra,
la herencia infértil, abyecta, 
de centenares sueños celestes.

La voz de un extraño llora;
desde la longeva profundidad de una fosa,
fecunda de laceradas memorias, 
se beben las lágrimas de sus suplicios, pesares.

Sobre él, se postra, mantiene,
su esperanza, vestida con retazo de seda negra,
ojos niebla;
sobre sus brazos anidan 
los geranios de una Luna prometida.

La voz profiere, con dolor vehemente,
un nombre;
su esperanza
tan sólo aspira sus mohínos suspiros.
De entre ambos florece 
una mariposa de humo negro.
Emanada de los infecundos labios de ella,
como la muda palabra mortal que ensordece.

Las ocres campanas redoblan
una lúgubre melodía;
los misioneros del silencio emprenden vuelo;
el consolador cielo,
ofrece, tributa su humilde bendición, dádiva.

El mundo se consume, esfuma,
en pos del temeroso aleteo,
de aquella mariposa de humo negro
a cuyo nombre
jamás correspondió.

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