De pocas palabras (1-19)

De pocas palabras (1-19)

1

Aprendí a inmortalizarte en mí, en mi universo, mas no conmigo, sino en los versos de quien fue capaz, sin saberlo, sin desearlo, lo que con devoción intenté, mas nunca logré.

2

Asesiné a Dios, mas lo hice por amor. Alguien lo predijo, sin embargo, al escuchar sus palabras comprendí que era ya demasiado tarde para evitarlo.

3

Te regresaré tu vida si me ofrendas la de tu hijo.- le dijo Dios a un hombre. Ahora ambos sufren; y pese a ello, nadie recordará sus nombres.

4

La dicha te visita con frecuencia... No, no seas modesta. Que cómo lo sé, mi sufrir mendiga por compasiones que le vanaglorien.

5

Nunca fui bueno en algo y aun así malgasté tiempo en todo. No me apesadumbra el recuerdo de lo que perdí, sino el dolor que pude haber ahorrado.

6

Degusté el eco estridente de tu voz en mis silenciosos pensamientos.

7

Por amor me volví, de entre tantas cosas: prisionero, asesino, ladrón. He aquí algunos versos que robé:
"Si alguna vez me ves..., digo, si alguna vez, me encuentras al pasar..., intenta sonreír, puesto nada resulta más agradable que una mujer nos mire a los ojos y sonría".

8

Lo que sabe el poeta y desconoce Jung, es el que el arquetipo del sueño suele engañar.

9

Te escribo sin importar el día ni la hora, sin que seas consciente, te percates o lo sospeches; mas tengo el temor de la certeza de que cuando lo hagas, dejaré yo de hacerlo.

10

Vierto diluvios de palabras en honor a tu recuerdo. Me he enamorado del consuelo que brinda la lluvia. 

11

A ti que te alimentas de mi dolor, que te causa alegría mi sufrir; a ti que mis sollozos inspiran tu cantar, te ofrendo mi longevo llanto, mas prométeme que nunca me dejarás en la silenciosa compañía de tu ausencia.

12

Y de pronto, mientras las esperanzas agonizaban, las ilusiones se humedecían, los augurios se consumían, la fe se cristalizaba, llamó a la puerta. Nunca pude reconocerlo, y sin embargo, nunca he dudado de que fuese él. Arribó, derrumbando los santuarios cristalinos de resignaciones, construidos con lágrimas de huraño dolor. Llegó para consumar la miseria, arrobando la piedad de los consoladores susurros de un desdibujado recuerdo. Ahora solo malgasto mis evaporadores hálitos en vísperas de que sea atendida mi desesperada invitación al amor que me devuelva mis sueños preciados.

13

No se vive de esperanzas, ni de palabras; lo siento, mas nunca aprendí a vivir, me enamoré de la encantadora beldad de los sueños.

14

Contemplé en el penumbroso abismo de tu mirar, el cálido fulgor de un sentimiento familiar; mas por escozor, deseé no reconocerlo, mucho menos abrazarlo.

15

Mis mejores escritos residen en el libro azul de mis sentimientos; si tan solo pudiese interpretarlos, leerlos, sería digno siquiera de mendigar por tiempo.

16

Pese a tener por certeza que eres mi último fracaso, todas las noches escuchan las notas tristes de los murmullos de mi llanto de impotencia que implora la misericordia de un despiadado, químerico, guajiro éxito.

17

Sentí, aprecié, percibí su desprecio, pese a que su mirada, a mi deleznable, abyecta figura no se dirigía, no atendía, evadía. Mi feral puño reclamó fatua justicia, desfigurando, cristalizando su falsa presencia. Sangre, de portador desconocido, se derramaba; lágrimas mutuas brotaban. Una confesión se lamentó en silencio, pregonando una lacerante disculpa por fecundar una decepción.

18

Exiges, reclamas, imploras un cambio, una traición, amor; mas como me sería posible tener lealtad a un retrato desteñido; como pudiese amar a un desconocido, a algo inexistente.

19

Que no sirvan de excusa el amor, la compasión, el repudio. Que no se me prive de mi balsámico letargo, sin importar si sufro, si fracaso, si devaneo, mi dolor, mi angor, mi grima, mi cuita. Si se me habla, que no sea esperada respuesta alguna. Si se me ama, que no se siembre la esperanza del que le resarciré. Que en mí, se pierda toda fe. De lo contrario, llegaré a fenecer.

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