Cuentas marchitas


Cuentas marchitas

Las cuentas que cincelan el sendero de mis fútiles, adictivas, perniciosas plegarias, se marchitan al apreciar, la azul, desolada, alba del depresivo día. Los faros desisten dejando, en pos de sí, el epitafio de una lasciva esperanza, cuyo recuerdo abraza la memoria por el amor que engendra el temor a olvidar, por la evasión del agonizante escozor del no apreciar la bondad, por la cobardía que concibe el perenne sentimiento de soledad. 

Las cuentas se marchitan, las plegarias se tornan, ante cada decanto, más vacuas; sin embargo, mi devoción no se flagela aun en tiempos de porfiar. Continúo ofreciendo mis rezos a la afable luna, en vísperas de ascender al paraíso, mas ante cada letanía, mi ser se siente más desertado de la dicha. 

Las cuentas se marchitan, confesando lo que calla el silencioso letargo de mis falsos días. 

Las cuentas se marchitan, los vestigios de los heraldos aún no cicatrizan, mas el tiempo se compadeció de mí, recompensó mi suplicio, al decirme que los abismos cartografiados en el mohíno ser nunca reciben ofrendas. 

Las cuentas se marchitan, mas mi empresa no cesa, la esperanza aún lastima, mantengo aún mi lúgubre, apesarada, austera condena, al igual que cualquier otro deleznable disoluto del rendir tributo a quimeras.

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