Fantasma

Fantasma

Asechado por la angustia tormentosa de la soledad; mi espiritual se vio, por autocompasión, ante la necesidad de incursionar en la hiriente empresa que guía el sendero del juego de las soledades. Sintiéndose por primeros pasos reconfortado, realmente acompañado por ocasión primera, al divisar los vestigios que en pos de su marchar dejaron de manera involuntaria aquellos desdichados, por repercusión de haber probado los enfermizos frutos de la inquina, temeraria vida; prisioneros de desdichas, marionetas de delirios, misioneros de frenesís. Desbordante de melancólica felicidad, se vio mi ser entre torrentes de lágrimas al sentirse comprendido, al percatarse que su desdicha no era del todo propia, que no era el único en recibir caricias mezquinas, que no era la única victima de la enfermedad espiritual. Poseído por el consuelo, mi ser atravesó el sendero con pasos agigantados, creyendo haber encontrado la cura ante la eterna lluvia, el abril del eterno invierno, la aurora entre las sombras, el astro rey entre las nubes.

En el juego de las soledades comprendí en realidad, cuán solitario me encontraba. Ante el umbral del abismo, mi espíritu se vio consumido por la desolación, inerte ante el pavor de apreciar la cruel realidad y no ser capaz de vislumbrar, augurar presagio que no sea el fondo del vacío. Aterrado, desde las penumbrosas profundidades del infierno, entre desgarradores lamentos, mi espíritu implora compasión; hasta llegado el momento en que el gélido suspirar de la inexistencia esfuma sus esperanzas, silenciandolo, congelando su fervor. En lo profundo del vacío se ve mi espíritu, resignado en ocasiones a no llorar, conociendo el dolor que engendrarán sus lagrimas al aferrarse a su ser, incapaces de brotar; en otras, con la poca valía retomada, decide emprender camino de regreso, mas éste se torna imposible al ser una pendiente presuntuosa; no obstante impulsado por el recuerdo del pasado, la afronta, mas sus esfuerzos son severamente castigados, hundiéndolo más en la boca de la bestia que sedienta está de sufrimiento.

No hay solución, el tratamiento no ha funcionado, no existen culpables ni victimas. La existencia comienza a esfumarse, el reflejo del espejo de la vida muestra una figura difusa, neblinosa, en ocasiones espesa de un matiz azul, en otras tan transparente que es poco perceptible. Una figura cuya presencia pasa por desapercibida en cualquier momento, una figura a la cual las palabras la traspasan, aun y cuando se consideran son dirigidas a ella. Incapaz de tomarlas, acariciarlas, escucharlas. Una figura a la cual las miradas nunca se dirigen, mas ella no las culpa. Una figura más que deambula sin vísperas de acariciar el horizonte, un espectro más encadando a sus miserias. 

La realidad lo muestra y llegado su momento tendrá que ser aceptado. Soy una voz que pese a exclamar sus tormentos, sucumbe a ellos y vive en el silencio; un ser que añora la existencia, mas le resulta tan placentera la inexistencia que procrea la soledad. Soy el crucifijo al cual acuden los temerosos a la desdicha, y el pañuelo de lágrimas de los mártires. Soy la desgracia que inspira a los míseros en sus momentos de crisis y de la cual se compadecen los afortunados. Soy el fantasma que en su presencia salva o condena. 

Soy el fantasma, esclavo del purgatorio del desear sufrir y no poder hacerlo, del llorar y no deber hacerlo, que aspira a ahogarse en la soledad y, sin embargo, jamás podrá llegar a acompañarla.

Soy el fantasma cobarde de letanías que imploran piedad, que aterran, lastiman, hacen llorar y consuelan a quienes son capaces de escucharlas.

Soy tan solo un espectro más que habita en lo profundo del abismo, que se aflige ante sus semejantes; un fantasma más que deambula por la vida implorando amor, pese a desconocer su verdadero significado.

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