Pavimento

Pavimento

Suele de manera frecuente mi mirada perderse con deseo de consuelo, buscando con sumo y apacible desespero, compañía alguna que compadezca ante su miseria, un sufrimiento más sublimado que provoque por efímero tiempo que sea, la perdida de conciencia de la propia existencia. 

Suele mi mirada evadir todo posible reflejo, perderse de manera ínfima, cobarde, en la egoísta tarea de encontrar penumbra más profunda que le niegue la virtud de vislumbrar agudizando su sensibilidad, esclavizándose ante aquella ceguera que le sea capaz de mostrar aquello que no es permisible para la vista.

Acostumbra mi mirada perderse, deslindarse de todo aquello que le rodea, resignándose a su desdicha, negando inútilmente las dañinas caricias de la esperanza, evitando contemplar las cúspides, mas siendo imposible no apreciarlas por medio de los recuerdos. Suele mi mirada frecuentar las tinieblas y figurar en ellas el paraíso.

Suele mi mirada perderse en necesidad de compañía, siendo compañía indiferente, imperceptible, ante el único que considera su semejante, su igual, el único capaz de comprenderlo aquel único cuyos ojos neblinosos le muestran el reflejo de su verdadero ser.

Suele mi mirada frecuentar al frio, solitario, maltratado pavimento. Suele mi mirada compadecerse de el, sufrir el tormento de la empatía, sentir propia las profundas y tan trazables grietas en su piel, los enormes vacíos irreparables de las ilusiones, la impotencia de no poder evadir las gotas ácidas de los diluvios, las ardientes quemaduras que engendran los tormentos, el frío de las eternas y desoladas noches. Suele mi mirada acompañar al pavimento, pese a saber que de su presencia no se percata, puesto que ante el sufrimiento longevo ha perdido los sentidos. Suele mi mirada con placer culposo apreciar al pavimento, figurando en el su reflejo, sufriendo por ser lo que es, sufriendo más por sentir lo que siente. Frecuenta mi mirada al pavimento y llegado el momento, preso de un hondo quebranto, mesurando con fracaso sus lagrimas, se despide de el con un beso insípido, mas desbordante de emociones, un beso plagado de sentimientos arrojado a aquello que no puede sentir, un beso amoroso a la nada. Frecuenta mi mirada al pavimento y en medio de lágrimas se despide de el, susurrando a su oído la más sincera de sus disculpas y a la vez la más inútil, se despide mi mirada del pavimento ofreciendo... una disculpa por... ser una carga más.

Suele mi mirada acompañar al pavimento, sufriendo por desear ser como él, sin saber siquiera, que ante el mirar ajeno lo es.

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