Fumando penas

Fumando penas

En la lúgubre, ocre, penumbrosa, oxidada, corroída, aislada habitación de la inexistencia, fumo con placer culposo mis penas. 

Sumergido en lágrimas, degusto el sabor amargo y adictivo de la incompetencia, lo fatuo de la mediocridad, lo dulce del dolor.

Ahogado en la anochecida, eterna, y artificial oscuridad, aspiro con gusto el humo toxico de las culpabilidades, encontrando en el, un reconfortante, relajante aroma que anestesia por ligeros momentos el sufrimiento, mas pasado el efímero efecto lo intensifica, permitiendo el eterno ciclo de la necesidad.

Encerrado en la lejanía, preso de lo atemporal, esclavizado ante la cobardía, fumo mis penas, en ocasiones con mayor empeño, esbozando sonrisas sátiras en el lienzo inexistente de la recóndita, más tímida, ingenua noche. Trazo sonrisas inútiles, engendradas, inspiradas, concebidas por las ilusiones que emanan, brotan y ascienden de las brazas de la ignorancia, la miseria, escoria de no aceptar, amar, apreciar, con valía las deformes, desfiiguradas, hórridas, bestias llamadas repercusiones. Exclamando estruendosas carcajadas que atemorizan, agreden, maltratan la serenidad del silencio, en lo profundo del sueño vociferando falsos momentos, insulsas realidades, extinguiendo, con mayor prisa la vida de mis penas, procreando más nubes densas, coaguladas de alucinaciones. Sumergiéndome a bocanadas  profundas en la inmensidad de lo guajiro, mas a punto de extinguirse la existencia de las penas, despierto y atemorizado con el fulgor ardiente, vivido, del remordimiento doy luz a una nueva.

Fumo con placer culposo mis penas, haciendolas arder con el fervor de mis remordimientos, saboreandolas con la vocación de un enfermo. 

Desolado, poseído por el delirio, entre carcajadas y llantos, ilusiones y escarnios, dolor y dicha, fumo, sin cesar, extinguiendo cada pena en mi piel, con el deseo de jamás olvidarla, de recordarla aun ante la imposibilidad de verla, sintiendo su presencia póstuma.

Fumo con placer culposo mis penas, pese a saber que procreo en el interior de mi ser una espesa, viscosa, ennegrecida podredumbre que carcome mis entrañas, que succiona mi existencia y amenaza con extinguir la flama de mi vida. Sin embargo, no existe ser libre de enfermedad, que no conozca la muerte.

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